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¿Arde Colombia?

13 septiembre, 2021 By José Darío Castrillón Orozco 3 Comments

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Cuando Adolf Hitler, en agosto de 1944, recibió de su gobernador militar en Francia, general Dietrich Von Choltitz, la noticia que las tropas alemanas no podían retener la ciudad luz, el líder nazi preguntó: -¿Arde París? -Dadas las instrucciones que había dado en caso de que los aliados recuperaran la capital francesa, de volarla e incendiarla.  El uribismo en Colombia, tan devoto del Führer, comparte el mismo plan de retirada, incendiar el país.

De igual inspiración fue la consigna de Laureano Gómez, precursor del fascismo tropical, “hacer invivible la República” si no gobernaba el partido conservador. Esa campaña incineró a Colombia en una guerra civil, con cerca de trescientos mil muertos, la mayoría a machetazos. Los seguidores del Führer criollo la retoman bajo el amenazador mensaje: Si el uribismo pierde se pierde Colombia.

El laureanouribismo se empeñó en impedir gobernar al expresidente Juan Manuel Santos; intenta obstaculizar el gobierno de alcaldes y gobernadores independientes, sea por persecución judicial, por campañas de calumnias, por chantajes de revocatoria, o por amenazas.

Ahora que hay un rechazo mayoritario a Uribe y a sus calanchines, en vísperas de elecciones presidenciales y parlamentarias, existe el riesgo que el candidato de la oposición llegue a la presidencia, en las toldas uribistas parece parodiarse la orden hitleriana, cambiando París por Colombia: “Colombia no debe caer en manos del enemigo, salvo siendo un montón de escombros”. Y no es una exageración el empleo de la palabra enemigos para sus adversarios políticos, y para el resto de la ciudadanía. El tratamiento de guerra dado por el gobierno, aupado desde el Ubérrimo, a la protesta social, y al ejercicio de la oposición política, dan cuenta de esta realidad.

El reducir a Colombia a un montón de escombros se puede señalar con el dedo: Asesinatos de líderes sociales, matanzas de jóvenes, plan pistola contra los firmantes del acuerdo, y volver trizas los acuerdos de paz; más el relanzamiento del paramilitarismo, esta vez en connivencia abierta con la policía, y bendición de la Fiscalía General de la Nación, que parece haber incorporado el auspicio a grupos paramilitares a su reglamento interno.

La postración social no puede ser peor dado el empobrecimiento generalizado en el país, el desmantelamiento del sistema productivo, un desempleo galopante, la conculcación de derechos a la ciudadanía… Todos los indicadores en salud, educación, vivienda, recreación, infraestructura, hasta en seguridad, son peores que cuando empezó el peor gobierno en dos siglos de malos gobiernos: Escombros.

Si alguna vez Colombia tuvo liderazgo regional eso mutó a ser país paria, que no resuelve sus problemas, sino que los exporta al vecindario. Así, la delincuencia enquistada en el poder vende servicios criminales a otras organizaciones mafiosas, como se evidenció en Haití recientemente; o como en la venta del voto en la Organización Mundial de la Salud, para que la patente de las vacunas anti Covid-19 no fuera universal, o el alineamiento internacional bajo banderas del fascismo. Nada de respetabilidad queda a la diplomacia colombiana en manos de una señora que tiene negocios familiares con jefes narcotraficantes. Además, la tradición uribista destina el servicio diplomático como guarida de criminales, no sería de extrañar que tras la renuncia de la defraudadora Karen Abudinen esta termine como embajadora. En ruinas quedó la cancillería.

Mientras se han enriquecido los cuatro banqueros colombianos, el resto de la población, salvo ejecutivos del gobierno, se ha empobrecido. 300.000 pequeñas y medianas empresas han desaparecido, desmantelando puestos de trabajo; se alcanzó una de las devaluaciones más altas del mundo; también se perdió el grado de inversión; igual, más del 85% del patrimonio colombiano fue enajenado a las multinacionales. El país sólo alcanza a exportar el 15% del Producto Interno Bruto, del cual casi la mitad, 40%, corresponde a la minería.

Mientras la deuda externa trepó a niveles exorbitantes, superando los 157.000 millones de dólares, que representa el 51,8 % del PIB, dinero que no se usó para atender las necesidades de la población, ni para generar riqueza, sino para que los banqueros sumaran ganancias. En tanto, el déficit fiscal se proyecta en 8,3% del PIB, unos 90 billones de pesos.

Con la raspada de la olla, Duque y Uribe entregan un país que no produce, que gasta más de lo que gana, y que vive al debe. Además, incrementan el gasto militar hasta volverlo uno de los más altos del mundo, el cuarto en América, después de Estados Unidos, Canadá, y Brasil. El gobierno compró  24 aviones de combate por 4.500 millones de dólares, además de las millonadas que se gastan para dotar de armamento letal al Esmad, para atacar la protesta social. Paradójico que cuanto más gasto militar se hace más inseguridad hay. Dado el desapego de este gobierno a la honestidad, se puede conjeturar que buena parte de esa plata se ha ido en los verbos de moda: Abudinear y carrasquillar, el truquito y la maroma con los dineros públicos. Ya se conoce cómo los conjugan en el ministerio de las TIC, y cómo en las vísperas electorales lanzan contrataciones multibillonarias, que han de quedar en manos del uribismo. ¡Colombia está en la inopia moral!

Acaso lo más dañino es la demolición institucional por concentración de poderes en el partido de gobierno, que controla el poder ejecutivo, el legislativo, y órganos de control como la Contraloría, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo, más el poder electoral, y el Banco de la República. Mención aparte merece la cooptación de la Fiscalía General de la Nación, para garantizar impunidad a sus copartidarios. El método de esta cooptación delincuencial consiste en poner en la cúspide de estos poderes a personajes anodinos, sin pasado y sin futuro, para que ejerzan un mandato como testaferrato de un poder oculto, y cometan cualquier tipo de crímenes y faltas a la ética, como lo vienen haciendo en los entes mencionados.

Ahora van por la Corte Constitucional, y por demás cortes, con lo cual acabarán de vaciar de decencia a la justicia colombiana. La reconstrucción de la patria será una tarea dispendiosa, pero ninguno de los candidatos presidenciales lo plantea. En las postrimerías de la segunda guerra mundial fue necesario establecer tribunales de desnazificación, y eso que el general Von Choltitz no cumplió la orden de destruir París, ¡qué será de Colombia, donde Duque volvió escombros esta nación!

José Darío Castrillón Orozco

Foto tomada de: AS Colombia

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

Comments

  1. Blanca Echeverri says

    17 septiembre, 2021 at 7:22 am

    Un país con una metástasis de corrupción e inmoralidad del más alto grado….¡qué asco de gobierno.

    Responder
  2. Dario Muñeton says

    17 septiembre, 2021 at 5:46 pm

    La lógica del Hitler maicero va hasta dejar, como su modelo, a la nación en ruinas previo a la escapada coberde final del suicidio para no afrontar la justicia. Dice así uribe: Que Colombia se hunda conmigo.

    Responder
  3. Hernan Pizarro says

    22 septiembre, 2021 at 2:56 pm

    Muy cierto. Dejan un país en ruinas. Por acción y por venganza. Momento retador para el que, esperamos sea un nuevo gobierno.

    Responder

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