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Barranquilla, sin debate público para la elección de alcalde y gobernador, 2019.

30 septiembre, 2019 By Blas Zubiría Mutis Leave a Comment

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Bogotá, Medellín y Cali, para solo citar las capitales más importantes del país, han venido adelantando sistemáticamente debates públicos con las candidaturas a las alcaldías de esas respectivas ciudades y con las candidaturas a las gobernaciones de los sendos departamentos. Lo mismo ha sucedido en ciudades intermedias como Bucaramanga, Cúcuta, Pasto, Manizales y hasta en Valledupar, la única de las capitales del caribe colombiano que hasta el momento lo ha hecho. Pero Barranquilla, que es la cuarta ciudad del país y la primera del caribe colombiano, no parece tener dolientes ni en la sociedad civil, ni en el ámbito académico, ni en los medios masivos de comunicación, para abrir un debate a todas luces necesario; una prueba más de la precaria institucionalidad democrática que históricamente hemos construido.

En Cali se ha programado un ciclo de debates promovido por ProPacífico, las universidades Autónoma de Occidente, Icesi, Pontificia Universidad Javeriana Cali, San Buenaventura Cali y la Universidad del Valle; así como otros actores de la sociedad civil como Asocaña, la ANDI seccional Valle del Cauca, Cali Valle Bureau, Camacol Valle, la Cámara de Comercio de Cali, el CIEV, Fundación Bibliotec, Invest Pacific y la Unidad de Acción Vallecaucana. De igual manera, han estado presentes los medios de comunicación, la única estrategia comunicacional válida para que la ciudadanía en general se informe cómo debe ser de las propuestas de sus candidatos. Los principales diarios de la ciudad como El País, Diario de Occidente, Noti5, 90 Minutos, Blu Radio Cali y obviamente, la más importante, Telepacífico, han unido sus esfuerzos para cumplir un compromiso mínimo que todo sistema democrático debería asumir: permitir que sus ciudadanos tengan oportunidad de conocer el talante de sus aspirantes a los dos primeros cargos de elección unipersonal en la ciudad y el departamento, que los ciudadanos tenga la oportunidad de conocer las propuestas que defienden y los programas que estructuraron para poner en consideración de los electores. También en Medellín y Bogotá, la unión de universidades, centros de pensamiento, organizaciones gremiales y de la sociedad civil, así como los medios de comunicación han abierto los espacios para la realización de dichos debates.

Pero en Barranquilla, no. Ni Telecaribe, ni El Heraldo, ni las Universidades —públicas o privadas—, ni las instituciones gremiales, han propuesto la realización de un debate televisivo que le permita a la ciudadanía en general, conocer las propuestas de los candidatos. ¿Cuál puede ser la razón para que ni siquiera se hayan programado en la ciudad, a un mes escaso de las elecciones, lo que ya se ha realizado en otras ciudades del país? ¿Acaso para Telecaribe un debate televisivo no es garantía de rainting y por ello no lo programa? ¿No estaría este criterio en contra de la función pública primordial que deben cumplir los canales regionales como órganos de expresión de los intereses culturales de sus poblaciones? ¿A qué se debe que El Heraldo, a pesar de que algunos de sus columnistas más prestigiosos lo hayan planteado[1], parece, al igual que los otros medios de comunicación, no estar interesado en promover o apoyar una iniciativa como ésta? ¿Qué sucede al seno de nuestras universidades, públicas y privadas, que sus comunidades académicas no sientan la necesidad de abrir espacios políticamente tan relevantes para la ciudad y el departamento? ¿En dónde están los liderazgos empresariales, gremiales, en suma, de la élite barranquillera, que tendría la responsabilidad de promover espacios de debate tan necesarios para sus intereses económicos?

Las respuestas válidas tendríamos que escucharlas de parte de los representantes de todas y cada una de las instituciones mencionadas. Pero desde una perspectiva analítica y crítica pudiéramos señalar algunas hipótesis que pueden servir como guía de confirmación para posibles respuestas acertadas. Una primera respuesta, la encontramos en la lógica de nuestra cultura política local, todavía permeada por fuertes relaciones de clientela, donde el voto informado, el voto ciudadano asumido responsablemente, no representa un peso específico real en las decisiones electorales. Por ello, lo que impone el peso de dicha cultura política, es lo de mantener las lógicas clientelistas, pre-modernas y antidemocráticas de siempre, que posibilitan el control directo sobre el electorado, a partir de las estructuras y estrategias que históricamente han sido claves en los resultados electorales. Estrategias como la trashumancia electoral, que, según el informe del Consejo Nacional Electoral, vuelve a ser ejemplo de las prácticas electorales en el Atlántico. Las cifras indican que se presentaron 125.208 casos, lo que representa la segunda mayor trashumancia electoral del país, seguido de Antioquia (133.784 casos), aunque hay que anotar que Antioquia tiene un potencial electoral de 2.318.735 votantes y el Atlántico sólo tiene 922.516, por lo que el porcentaje de casos de trashumancia en el Atlántico (13,6%) duplica el porcentaje de casos en Antioquia (5,8%). Esta práctica se adelanta por parte de nuestros líderes políticos, apoyados en el papel de los mochileros y sus estructuras clientelistas que logran el efectivo control que se ejerce sobre el elector desde la inscripción de cédulas hasta el día de las elecciones cuando se deposita el voto. En esa lógica perversa de hacer política, lo más probable es que resuene como una pregunta maquiavélica ¿para qué un debate electoral televisivo que no produce modificaciones sustanciales en los resultados finales expresados en las urnas?

También pudiéramos establecer una hipótesis coyuntural propia de lo que ha venido sucediendo en la política barranquillera con la consolidación hegemónica de la casa charista:  tal vez se considere que ya todo se haya definido, que las tendencias que muestran las encuestas con la hegemonía consolidada de los candidatos de la casa Char, Alberto Pumarejo para la alcaldía de Barranquilla y Elsa Noguera para la gobernación del Atlántico, hacen inoficioso, innecesario, el debate público entre los candidatos, ya que de hecho se vuelve poco atrayente para la audiencia. Esta visión mercantilista de la democracia —el debate no tendría audiencia ni por tanto rating— mostraría dolorosamente un negativo indicador más del talante de la institucionalidad y la ciudadanía que hemos construido.

O si las razones obedecieran más, a esas estrategias promovidas desde las asesorías políticas de las campañas, y tuvieran como respuesta el que los medios de comunicación, las elites económicas o las instituciones académicas saben que los candidatos oficiales del charismo, por su apabullante ventaja reflejada en las encuestas, no quieren dicho debate puesto que la estrategia de campaña les señala que no se arriesguen a mostrar sus debilidades ante la audiencia y a ser derrotados por sus contendores, —en el debate, no en las elecciones— implicaría de todas maneras un indicador negativo para la gobernabilidad futura de la ciudad.

La construcción de la democracia, en términos institucionales y ciudadanos, es un proceso permanente, que como lo señaló María Zambrano, esa gran filosofa española,  tiene como gran novedad que el orden democrático ha de ser creado entre todos: “El orden de algo que está en movimiento no se hace presente si no entramos en él (…) el orden democrático se logrará tan solo con la participación de todos en cuanto persona (…) el orden de una sociedad democrática está más cerca del orden musical que del orden arquitectónico” (1988, p. 164). Para construir este orden democrático, como nos lo enseñó hace ya siete siglos el gran Pericles, debemos mantener los espacios de debate: “Somos los únicos que tenemos más por inútil que por tranquila a la persona que no participa en las tareas de la comunidad. Somos nosotros mismos los que deliberamos y decidimos conforme a derecho sobre la cosa pública, pues no creemos que lo que perjudica a la acción sea el debate, sino precisamente el no dejarse instruir por la discusión antes de llevar a cabo lo que hay que hacer” (Tucídides VI, p. 6)

O dicho desde perspectivas más actuales, como la propuesta por Robert Dahl (1989), no abrir el debate público que permita la participación de los ciudadanos, implicaría el riesgo de que en la ciudad se ha construido un sistema de gobierno con hegemonías cerradas, lo que obviamente debilitaría aún más la construcción de una real democracia local, tan necesaria en nuestra ciudad y en nuestro país.

________________________________________________________________________________

Blas Zubiría Mutis: Sociólogo, Magister en Historia. Docente de tiempo completo de la Universidad del Atlántico. Miembro del grupo de Investigación Goffman, Universidad del Atlántico.

Foto obtenida de: https://www.eltiempo.com/

Referencias

Dahl, R. (1989) La Poliarquia. Madrid, España: Tecnos.

Tucídides. El Discurso Fúnebre De Pericles. Tomado de: https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303184915/rev11_tucidides.pdf

Zambrano, M. (1988). Persona y Democracia. La historia sacrificial. Barcelona, España: Anthopos.

Zona Cero, 17 de septiembre de 2019. “Antioquia y Atlántico, los ‘campeones’ en casos de trashumancia en el país”. Tomado de: http://zonacero.com/elecciones-2019

[1] Parada, J. (2019). Barranquilla: ¿imparable?. Columna de opinión, 16 de septiembre de 2019, El Heraldo. Ver: https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/jairo-parada/barranquilla-imparable-665804

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