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Campaña electoral 2018: según Gabriel Silva la lucha de clases la creó Álvaro Uribe

27 febrero, 2018 By Alberto Maldonado Copello Leave a Comment

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Sostiene Gabriel Silva Luján en columna de El Tiempo[1] que “en teoría, las campañas políticas en una democracia son el camino para confrontar ideas” pero que “desafortunadamente, las actuales elecciones en Colombia han tomado una ruta distinta. La contienda ha derivado hacia la lucha de clases, en el sentido leninista del término”; Silva considera que la contienda de clases es una degradación del debate democrático. Plantea luego que las encuestas muestran que en esta campaña la polarización es diferente a las anteriores por cuanto la contienda social actual es entre las ‘élites’ y los sectores populares. Esto se evidencia en el sesgo reivindicativo de clase que le dan Robledo a Fajardo, Clara López a Humberto de la Calle, Piedad Córdoba, Rodrigo Londoño y especialmente Petro. Pero también las candidaturas de la derecha tienen un carácter de vocería de clase: sumados los de izquierda, a quienes rótula de mamertos, en la intención de voto suman 50% y los de la derecha, a quienes rótula como fachos, 28%. Quedaría por el momento un 22% para candidaturas de centro, que considera viables, como podrían ser Vargas Lleras y Humberto de la Calle, a quienes recomienda desmarcarse de la derecha y de la izquierda respectivamente, candidaturas que aparentemente, según Silva, están alejadas de la lucha de clases, de la degradación de la contienda electoral.

 

Y afirma luego que la derecha es la responsable de este proceso de radicalización social y de lucha de clases: “…el comportamiento extremista, persecutorio e intransigente que mantuvo la derecha durante ocho años al frente del proceso de paz, los líderes alternativos  y la inclusión social”. Pero no es la derecha en general es su líder máximo el responsable: “…la gran paradoja es que Petro es el hijo indeseado de Álvaro Uribe.”

 

La lucha de clases en el sentido leninista del término pretende que el proletariado, con el apoyo del campesinado derroque a la dictadura de la burguesía y se fundamenta en la organización política que busca la revolución hacia el socialismo. Las características actuales de la lucha electoral en Colombia no muestran que se esté dando una lucha de clases en este sentido y por tanto esta afirmación de Silva carece de fundamento. Efectivamente existe en el debate político unas posiciones que reflejan un conflicto de clases de carácter social demócrata, que buscan mejorar la situación de las clases populares mediante medidas orientadas a aumentar su participación dentro del producto interno bruto. Lenin criticó fuertemente en varios escritos las posiciones reformistas en su época que no tenían como meta principal el socialismo. Petro no es ningún radical, no es un socialista, ni mucho menos comunista, es apenas un social demócrata. En el programa Zona Franca de Daniel Pacheco, el congresista Rodrigo Lara planteó que la izquierda verdadera promovía el socialismo a lo cual respondió enfáticamente Antonio Navarro que el socialismo no tenía sentido alguno, que él era un social demócrata, es decir, un defensor del capitalismo pero con ciertas reformas que lo hagan menos dañino.

 

Silva afirma que la contienda política entre las clases es una degradación del debate democrático, como si no tuviera cabida dentro de la “democracia capitalista”. Por lo menos formalmente, en teoría, las clases tienen el derecho de crear organizaciones políticas que defiendan sus intereses y de buscar el poder para llevar a cabo sus políticas. Pero para Silva, esto no está bien, la democracia se degrada precisamente cuando las clases, y seguramente está pensando principalmente en los proletarios y en los campesinos, se atreven a defender sus intereses. De otra parte, da a entender que las contiendas electorales anteriores eran mucho mejores y puras, por cuanto simplemente eran el camino para confrontar ideas. Dejando de lado que es inexacto afirmar que las campañas son el camino para confrontar ideas, como si no fueran muchas cosas más, seguramente ni el mismo cree que así han sido las campañas anteriores. En todas las campañas se reflejan intereses de clase, no propiamente en el sentido leninista, pero lo que ha ocurrido tradicionalmente es que el dominio de los partidos y candidatos partidarios del capitalismo y especialmente en su modalidad neoliberal han predominado abrumadoramente. Como dice Warren Buffet, la lucha de clases existe y la van ganando por amplio margen los capitalistas[2]. De otra parte, Silva, como una gran cantidad de columnistas, parte del supuesto que existe democracia en Colombia, lo cual obviamente solo ocurre en teoría.

 

Es muy interesante la tesis de que la derecha y especialmente Uribe, son los padres de Petro y del “surgimiento” de la lucha de clases en la actual contienda electoral. Quizá además de las prácticas de Uribe, que menciona Silva en su artículo, se suma el hecho de que amplios sectores de la clase trabajadora encuentran que los partidos políticos tradicionales no resuelven sus problemas y satisfacen sus intereses, lo cual los lleva a explorar alternativas que les den alguna esperanza. Pero lo más interesante del artículo de Silva es que reconoce la existencia de la lucha de clases, a pesar de que le parece una degradación. Muchos columnistas y analistas, así como políticos, como Uribe, pretenden negar la existencia de clases y mucho menos de lucha de clases, a favor de una perspectiva de intereses compartidos y armonía entre el capital y el trabajo. Fajardo, por ejemplo, considera inconveniente el discurso de lucha de clases: “Fajardo le dijo a las decenas de personas que fueron a oírlo que él les ofrecía “un cambio que reconcilie al país. No podemos caer en el discurso de la lucha de clases porque esa confrontación solo va dejar otras trincheras”, dijo.”[3]  Como la división en clases existiera solo en el discurso.

 

Perspectivas electorales de la izquierda

 

El crecimiento de Petro en las intenciones de voto de los encuestados está generando preocupación entre los capitalistas y sus servidores, los políticos, quienes obviamente no quieren el socialismo, pero tampoco reforma alguna que reduzca la concentración de la riqueza y del ingreso en sus manos. Hernando Gómez Buendía[4] considera que dadas las condiciones del país muy probablemente llegará un presidente de izquierda en Colombia, pero considera que no en 2018 sino en 2022. Plantea que el fenómeno de Petro tiene fundamento en aspectos como los siguientes: a) Existe un gran malestar social que puede ser capitalizado por la izquierda; el país está montado sobre el gran polvorín del descontento; b) Colombia es un país desigual, excluyente en grado sumo, gobernado por políticos corruptos y con una juventud sin futuro. Petro está explorando y utilizando a su favor tres grandes vetas de este malestar: la pobreza, la desigualdad y la exclusión; la corrupción; los jóvenes que sobran, millones de personas educadas o no que no tienen lugar en una economía digitalizada; y la preocupación por las energías limpias, el ambiente o los derechos de los animales. Este contexto abre, como lo hizo en otros países de América Latina, espacio para gobiernos de “izquierda”, que Gómez Buendía clasifica como caudillos populistas que denuncian el establecimiento político corrupto como la causa de todos nuestros males. Sin embargo, a pesar de esto, en ningún momento plantea Petro la superación del capitalismo a favor de un determinado socialismo, razón por la cual no puede clasificarse como promotor de una lucha de clases leninista.

 

Establecimiento vs antiestablecimiento

 

Héctor Riveros[5] considera que la contienda electoral se caracteriza ahora por un escenario de establecimiento vs anti establecimiento, pero no indica qué concepción de establecimiento está utilizando[6]. Podría estarse refiriendo a sectores políticos dominantes, a capitalistas, a militares, a gremios, etc., y en la definición se omite la utilización del concepto de clase en el sentido marxista; se refieren a grupos o conjuntos de personas. Plantea una tesis similar a la Gabriel Silva: el surgimiento de posiciones anti establecimiento proviene en buena medida de la feroz oposición del uribismo y otros sectores de derecha al proceso de paz, y a las críticas contra el gobierno por corrupción. De tanto hablar mal del establecimiento, que parece ser principalmente el gobierno y los políticos, en los propios medios favorables al establecimiento, “pareciera que una parte importante de la gente terminó por creerles: no hay nada que defender, todo es un desastre.”  Un porcentaje mayoritario de la población, percibe que hay un orden injusto y un sistema político ilegítimo. Los pobres y populistas salieron corriendo para donde Petro y los ricos para donde Vargas: los perdedores son los candidatos moderados. Igual que Gabriel Silva, ni los mamertos ni los fachos, Riveros aboga por los de centro, que están por fuera del conflicto de clases.

 

Ante esta situación, Riveros propone la fórmula que tanto éxito le ha brindado al establecimiento: el gatopardismo[7]. Se trata de proponer “reformas profundas” que garanticen que nada va a cambiar. Señala que a diferencia de casi todos los países de América Latina, Colombia ha mantenido una relativa estabilidad política y un sistema económico sin grandes sobresaltos, porque el “establecimiento” ha promovido cambios grandes en determinados momentos: la revolución en marcha del 36, las reformas de Carlos Lleras en el 68 y la Constitución del 91 son tal vez los ejemplos más significativos.” Y se pregunta si habrá tiempo para posicionar un discurso de profundas reformas.

 

Es claro que Riveros dice, en mi opinión con exactitud, que el establecimiento ha promovido grandes cambios, pero omite señalar que los grandes cambios no se han realizado. Ni se realizó una reforma agraria integral en el marco del capitalismo, ni las reformas de Lleras resultados relevantes para mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras y durante la vigencia de la Constitución del 91, sin negar varios cambios relevantes, se produjo el desplazamiento forzoso más grande en la historia de Colombia, se llegó a un número record de masacres por parte principalmente de los paramilitares con la complacencia del Estado, y se entregó a la voracidad del capital privado servicios públicos esenciales para garantizar derechos a la población.

 

La contención del descontento popular, del malestar, del polvorín se logra mediante un reforzamiento de las medidas represivas, legales e ilegales, pero también mediante un conjunto diverso de acciones tendientes a desorganizar y engañar a los diversos sectores populares que protestan. El establecimiento colombiano es un maestro en estas dos grandes líneas de acción; ha logrado vender la idea de una democracia estable en Colombia, a pesar de los terribles hechos en materia de violación de derechos humanos, genocidios y masacres, de la enorme concentración de la riqueza y el control de los medios de comunicación y la política por los capitalistas. Al mismo tiempo, tiene una extraordinaria capacidad de ofrecer reformas que no se van a concretar y de prometer acciones que no va a cumplir. Héctor Riveros que hace parte de uno de los partidos tradicionales, de los más representativos del establecimiento, sabe muy bien que hay que engatusar a la gente con la oferta de reformas. Al pueblo hay que darle pan y reformas, como pan no hay…

 

Es una lástima que la “izquierda” en las elecciones contribuya a ejecutar la recomendación que hace Héctor Riveros al establecimiento. Evidentemente es necesario promover y tratar de lograr diversos cambios en la distribución de la riqueza nacional a favor de los proletarios e independientes pobres, pero no es conveniente presentar esto como si fuera la solución de fondo, a sabiendas de que son simples remiendos. La izquierda debería escuchar con atención a Rodrigo Lara: la izquierda promueve el socialismo, de lo contrario no es izquierda. Paradójicamente, el propio Petro podría terminar siendo uno más de los promotores de profundas reformas, prestándole así un valioso servicio al establecimiento.

 

ALBERTO MALDONADO COPELLO

28 de febrero de 2018

NOTAS

[1]  http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/gabriel-silva-lujan/el-hijo-indeseado-de-la-derecha-181514

[2] http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/billonarios/2014/06/10/palabra-de-warren-buffett.html

[3]  http://lasillavacia.com/fajardo-empieza-marcar-sus-diferencias-con-petro-64798

[4]  https://www.razonpublica.com/index.php/regiones-temas-31/10896-petro-temores-desde-arriba-y-esperanzas-desde-abajo-cu%C3%A1l-podr%C3%A1-m%C3%A1s.html

[5]  http://lasillavacia.com/opinion/el-establecimiento-unido-jamas-sera-vencido-64733

[6]  A group in a society exercising power and influence over matters of policy, opinion, or taste, and seen as resisting change. https://en.oxforddictionaries.com/definition/establishment.

[7]  El personaje de Tancredi declara a su tío Fabrizio la conocida frase: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie” (en italiano: “Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi“). Esta frase simboliza la capacidad de los sicilianos para adaptarse a lo largo de la historia a los distintos gobernantes de la isla, pero también la intención de la aristocracia de aceptar la revolución unificadora para poder conservar su influencia y poder. El “gatopardismo” o lo “lampedusiano” es en ciencias políticas el “cambiar todo para que nada cambie“, paradoja expuesta por Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). https://es.wikipedia.org/wiki/El_gatopardo

 

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