• Desde el sur
  • Sur global
  • El sur posible
  • Archivo Revista Sur
  • Video
  • ESPECIAL SOBRE BOGOTÁ
  • SUR COOPERANDO

Corporación Latinoamericana Sur

  • INICIO
  • NOSOTROS
    • Quienes somos
    • Qué hacemos
    • Nuestro Equipo
  • TEMÁTICAS
    • Participación y cultura política
    • Paz, Desarrollo Social y Postconflicto
    • Jovenes
    • Victimas
    • Salud
    • Derechos humanos
    • Democracia y ciudadania
    • Ciudades Equitativas – Territorios Equitativos
  • Publicaciones
  • Contáctenos

Garantías políticas para los comunes

13 febrero, 2018 By Hector Alonso Moreno Leave a Comment

PDF
Imprimir
Los recientes sucesos de matoneo político en Cali, Yumbo y el eje Cafetero que vivió el nuevo partido político de “Los Comunes” agrupados en la sigla FARC, son la expresión de la intolerancia y las angustias políticas de una derecha que históricamente se ha negado a aceptar que lo que el país reclama con vehemencia es el fin del conflicto político armado con todos los actores.

La esencia de las agresiones, de palabra y hecho, en el caso de Timochenko, no son otra cosa, que el nuevo estilo del cacareo mal sano de la derecha fascista y del uribismo de hacer la guerra a través de la política; y de persistir en su vano sueño de hacer trisas el proceso de paz de La Habana. Sus expresiones son la extensión a la plaza pública de sus tácticas de saboteo a la implementación del acuerdo de paz que, de alguna manera, torpedearon con relativo éxito en la pasada legislatura del congreso, en la cual se negaron a  aprobar leyes y actos legislativos tendientes a poner en funcionamiento los acuerdos  pactados entre el gobierno y la insurgencia en Cuba.

Colombia ha sido un país que no solo ha tenido en el pasado episodios de guerra continuados, sino también,  de proceso de paz exitosa que han permitido el tránsito de las armas a la política por parte de movimientos guerrilleros; hecho político que no es una novedad en los procesos de pacificación en el mundo. En América Latina esta transición  producto de procesos de paz se ha dado casi en la totalidad de países que han sufrido un conflicto político armado: Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Venezuela, etc., en momentos históricos determinados y bajo características particulares en cada una de esas naciones. En unos casos, la transición se ha propiciado como producto del fin del conflicto armado como el caso del Salvador en 1992, y en otros, como producto del triunfo revolucionario como en la Nicaragua en 1979.

En el pasado en Colombia también las guerrillas han hecho el tránsito a terceras fuerzas políticas autónomas electorales producto de la firma de paces como las treguas, cese al fuego y negociaciones de acuerdos de paz, que han permitido como en el caso de las FARC, participar activamente en la fundación y consolidación de una tercera fuerza política alternativa como fue el caso en los años ochenta del siglo pasado con la Unión Patriótica.

La otra experiencia fue la Alianza Democrática M-19 (AD M-19), organización política producto del resultado del tránsito de la guerra a la política de las guerrillas del M-19 después de la negociación de un proceso de paz definitivo con esa insurgencia en los años noventa del siglo pasado. El caso del M-19 es el de una guerrilla que permite afirmar, que también; la mutación de guerrillas en movimientos políticos se produjo en nuestro país en condiciones de relativa fortaleza militar y débil legitimidad política de estas, y no implicó el fin de la guerra, como quiera que solo una parte del heterogéneo universo insurgente abandonó las armas para incorporarse a la lucha política legal.

En ambos procesos han existido siempre sectores de derecha interesados en combinar todas las formas de lucha contra estas nacientes organizaciones a fin de borrarlas del mapa político democrático del país. Han recurrido desde la calumnia, la mentira y el saboteo, y en miles de casos, al magnicidio y al asesinato selectivo como tácticas criminales para impedir que se consoliden esos proyectos alternativos, y que el país sepulte para siempre la combinación perversa de las armas y la política que es lo que ha impedido que en Colombia se pueda hablar de una sociedad en verdadera actividad democrática.

La actividad política desprovista de violencia  es  el signo esencial que nos permite afirmar que, una sociedad es profundamente democrática, y por supuesto, es respetuosa del derecho a la paz ciudadana como su derecho contra mayoritario, cuando desarrolla la política de manera civilizada en el marco de garantías y respeto de las reglas de juego democrático preestablecidas.

Esa ha sido la esencia, el alma, el espíritu de lo que se ha acordado  en las muy variadas conversaciones de paz en Colombia; reinventar la política en un ambiente de respeto por la diferencia; y esa  fue, también,  la esencia de lo acordado en La Habana por más de tres años entre el gobierno nacional y la insurgencia de las FARC. Se pactó en Cuba que en Colombia se renuncia para siempre por parte de las guerrillas y los diferentes actores armados a hacer política con armas,  y que se reconoce al Estado como el único válido para ostentar legítimamente el uso de la violencia. De ahí, que se precisara en el documento del acuerdo final de La Habana que es fundamental una reforma política y modernizar las instituciones políticas para que la política sea una actividad eminentemente ciudadana, y que esta se desarrolle en el marco de garantías y de partidos políticos modernos con democracia interna y con transparencia política sin que medie la violencia: hoy día, eso es parte de lo que ha quedado como una asignatura pendiente del proceso de paz

Es preciso recordar que una parte fundamental del corazón del acuerdo de paz es, precisamente, proscribir para siempre el uso de armas para el ejercicio de la política; e igualmente, trabajar por la reconciliación de los colombianos que aprendimos en el pasado por parte de los partidos políticos tradicionales a dirimir nuestros conflictos políticos a tiros. Somos hijos de esa violencia que implementaron las elites de los partidos liberal y conservador; somos hijos de una tradicional violencia impuesta por esas elites; y la cual requiere de catarsis y duelos nacionales para su superación definitiva.

La violencia  política de hoy tiene también la explicación en cómo se hizo y se ha hecho la política en  el pasado colombiano. Hay que trabajar arduamente por pasar la página de la violencia; y uno de los fundamentos esenciales es dotar a todos los que anhelamos una Colombia en paz y democracia, de las suficientes garantías políticas y electorales; que son el fundamento de la civilidad política. No es posible hacer política sin garantías para todos los sectores.

No hay que olvidar, que las garantías para hacer su proselitismo y la protección a los miembros de “Los Comunes”, hace parte de los acuerdos de La Habana, no como privilegios, sino como forma de protectorado frente a lo que ha sido el pasado político de quienes han optado por hacer política sin armas en Colombia. En tal sentido, se exige  garantías políticas para todos los que disputan por la vía democrática un espacio para la política, sus ideas y sus programas; independientemente de su ideología.

 

 

HÉCTOR ALONSO MORENO PARRA

FacebookTweetLikeShareLinkedInEmail

Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur Tagged With: Acuerdo, Elecciones Colombia

Deja un comentario Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Sur Global

Los crímenes en la Franja de Gaza muestran la demencia de la razón y la falta de corazón

18 diciembre, 2023 By Leonardo Boff Leave a Comment

COP28: artilugios de alto riesgo

18 diciembre, 2023 By Silvia Ribeiro Leave a Comment

¿Tuviste alguna vez un profesor valiente?

18 diciembre, 2023 By Juan Carlos Monedero Leave a Comment

Suscribirse a la Revista Sur

El Sur posible

Ideas verdes

3 abril, 2019 By Carolina Corcho 2 Comments

VIDEO RECOMENDADO

Fue archivado el proyecto de Ley 010 de Reforma a la Salud

https://vps99130.inmotionhosting.com/wp-content/uploads/2021/05/VID-20210519-WA0024.mp4

Dra. Carolina Corcho Mejía, Presidenta Corporación Latinoamericana Sur, Vicepresidenta Federación Médica Colombiana

TEMÁTICAS

  • Participación y cultura política
  • Paz, Desarrollo Social y Postconflicto
  • Jovenes
  • Victimas
  • Salud
  • Derechos humanos
  • Democracia y ciudadania
  • Ciudades Equitativas – Territorios Equitativos
  • Publicaciones

Ultimos articulos

  • Gobernanza y coalición amplia de gobierno
  • Crecimiento y fragilidad estructural
  • Las vicisitudes del proceso de paz: avances y retrocesos
  • Conversaciones Gobierno-ELN: “Ni tanto que queme al santo…”
  • La Tardía Declaratoria del Estado de Cosas Inconstitucional

Etiquetas

Acuerdo Agro Amnistia Brasil Cambio Climatico Campo Catalunya Ciencia y Tecnología Conflicto Colombia Corrupción crisis capitalismo Democracia Derecho al agua Derechos Humanos Economía Ecuador Educación Elecciones Colombia ELN España Fast Track Iglesia Justicia Justicia de paz Medio ambiente Mineria Negociación Neoliberalismo Participación Paz PND Pobreza Politica Politica EEUU protesta social reforma Reforma tributaria religión Renegociación revolucion salud Terrorismo Trump Venezuela Victimas

Apoyo SUR

Buscar

Director: Pedro Santana

Productor: Sebastián Gutiérrez

 

 

Copyright © 2025 Todos los derechos reservados - Corporación Latinoamericana Sur ·

Share this ArticleLike this article? Email it to a friend!

Email sent!