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La minga y el paro nacional del 21 de octubre: movimientos que dejan huella en momentos de la verdad

19 octubre, 2020 By Albeiro Caro Leave a Comment

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Un recorrido de cientos de kilómetros a través del país, realizado por cerca de diez mil personas de los pueblos étnicos del Departamento del Cauca, de los estudiantes y del movimiento campesino, en acción conjunta frente a la usual actitud presidencial de rehuir a la Minga bajo diversos pretextos, trajo hasta la capital del país un refrescante aliento de decencia, autoridad y claridad de objetivos, “caminando la palabra” desde comienzos del mes.

Le habían invitado el 12 de octubre para reunirse en Cali donde se negó a asistir, como ya lo había hecho en Popayán en 2019. La tradicional delegación de funciones en personajes del gobierno, la estigmatización que transgrede la Sentencia de la Corte Suprema en defensa de la protesta pacífica al señalar de infiltración del ELN o de disidencias de las FARC, o la atribución de fines electorales a sus luchas y el juego mediático presentando cifras de inversión por 1.2 billones de pesos, no lograron ocultar la naturaleza de la movilización en defensa de la vida frente al asesinato sistemático de líderes y lideresas sociales (entre ellos, 76 comuneros en 2020, en medio de la pandemia); por la reforma rural integral y el derecho a la tierra frente al extractivismo; por garantías políticas en el ejercicio del derecho a la protesta y por el cumplimiento del Acuerdo de Paz, la desmilitarización del territorio y la continuidad de los diálogos con el ELN.

Estos objetivos y acciones de movilización recibieron el respaldo social a través de los diversos municipios recorridos, con o sin apoyo institucional de las autoridades municipales. En Bogotá, en fraternal acogida social e institucional, así como en la Cámara de Representantes, se fundieron con el Paro Nacional convocado por Fecode y las centrales sindicales CUT, CTC y CGT coincidiendo en la defensa de la vida, la democracia, la salud, la paz, la justicia social, el Estado Social de Derecho, el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, el rechazo a la represión de la protesta social, el pliego nacional de emergencia y el cese de los asesinatos de líderes sociales. También, las organizaciones campesinas, a través del Comité de Dignidad Agropecuaria se vincularon al paro en defensa de la soberanía alimentaria y de los derechos de los pequeños y medianos productores agropecuarios.

En medio del confinamiento social y con base en un ejercicio responsable de medidas de bioseguridad, las movilizaciones transcurrieron en forma pacífica y multitudinaria en las diversas ciudades del país. Tales fueron los hechos en más de treinta ciudades, entre ellas, Bogotá, Branquilla, Bucaramanga, Cali, Medellín y Villavicencio, a la par que se cumplía el sepelio en Mesetas del excombatiente Juan de Jesús Monroy, asesinado en La Uribe el 16 de octubre pasado.

No faltan voces que pretenden disminuir la trascendencia de esta movilización social al intentar equipararla con la del el 21 de Noviembre de 2019, o al no haber acudido el presidente Duque al diálogo con la Minga y habérsele declarado la Silla Vacía. No obstante, tal es la huella histórica y el significado de esta movilización que, hasta detractores como el expresidente Uribe, pretenden ahora reacomodar su discurso, reconociéndole su carácter pacífico, pero, desfigurando maliciosamente el papel del movimiento indígena en el territorio, tratando de endilgarle dinámicas de relaciones narcotraficantes, cuando antes le estigmatizaba como marcha golpista. En lo recóndito del grupo de poder anida un profundo miedo a la verdad y campea el odio a toda expresión social en el espacio público. Paradójicamente, cuando han sido oposición jamás se han detenido en llamar a la “resistencia civil” contra el Acuerdo de Paz o en la conspiración jurídica, política, económica y militar; incluso, apoyando la insurrección en Venezuela y, paradójicamente, negando toda expresión de movilización pacífica en Colombia.

No obstante, la tozudez de los hechos muestra que en la semana del 21 de octubre se encontraron la Colombia profunda, de raíces ancestrales, las mujeres que defienden sus derechos frente al patriarcado y el feminicidio, los jóvenes, los trabajadores asalariados, los informales, los maestros y los estudiantes en una convergencia de objetivos, de prácticas democráticas de movilización social, de expresión cultural en las diversas dimensiones del espacio público en claro cuestionamiento de las políticas neoliberales del gobierno. Dejaron testimonio de claridad de objetivos, de dignidad y solvencia moral con su movilización pacífica, sin “acompañamiento policial”, especialmente, de los Escuadrones Móviles-Esmad, como inicio de la implementación del “Protocolo Exprés” para cumplir con el Fallo del Tribunal Superior de Cundinamarca y de la Sentencia de la Corte Suprema de Justicia.

En contraste, el gran ausente fue el gobierno nacional con su ridículo juego del “gato y el ratón” al inventarse giras presidenciales por el Chocó para eludir el encuentro con la Minga, mientras su flamante “Alto Comisionado de Paz” se desplazaba al Cauca cuando los líderes indígenas estaban en la Plaza de Bolívar. Si hay algo contundente en el servicio público eso se llama “Momentos de la Verdad” y se refiere a aquellos eventos de interacción con la ciudadanía, donde se pone en juego la calidad del gobierno y la capacidad de gestión. Por supuesto, los áulicos de los grandes medios tratarán de enturbiar esta verdad de a puño. No obstante, la trascendencia de lo acontecido marca un rumbo y evidencia el contraste entre la naturaleza de liderazgos encontrados y de la dinámica de un movimiento social que crece trascendiendo los viejos métodos contestatarios.

Las enseñanzas de esta experiencia irán arraigando en la conciencia colectiva, en la dinámica territorial de cooperación y convergencia desde la diversidad. Son pasos que vienen desde trayectorias territoriales en la historia de los movimientos sociales desde hace varios años. Por este camino, es válido vislumbrar que germinen nuevas expresiones de articulación, mediante el ejercicio de nuevas experiencias de fogueo e interacción social, propicias para superar la tradicional fragmentación de organizaciones y movimientos que permitan desarrollar capacidades de copar escenarios de identidad y autonomía, para proyectarse en los diversos espacios y dimensiones de expresión cultural, social, ambiental y económica, en complementariedad dinámica con el movimiento político que se requiere para derrotar las políticas neoliberales, al fascismo y consolidar la paz con justicia social.

Albeiro Caro Fernández, Coordinador del Programa Territorio, Paz y Desarrollo, Corporación Nuevo Arco Iris

Foto tomada de: https://www.elolfato.com/

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

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