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Las elecciones municipales y regionales con su lógica propia

23 octubre, 2023 By Ricardo Garcia Duarte Leave a Comment

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El pronóstico no es difícil y por lo demás lo anticipan las encuestas, así se reniegue de ellas; y si no existieran los sondeos, lo ordenaría la intuición: los candidatos afines al movimiento del presidente no ganarán las alcaldías en ninguna de las grandes capitales ni tampoco las gobernaciones de los tres departamentos más poblados.

Pero la derrota, o mejor, esta no-victoria, no significará una “paliza” según la descalificación de Germán Vargas Lleras; tampoco será un factor adicional de ingobernabilidad.

El poco avance regional y local del gobierno

En Bogotá, la capital del país, cuyo cuerpo electoral aportó un volumen decisivo de votos para Gustavo Petro, muy seguramente no ganará el candidato cercano a los afectos y a los intereses de la presidencia de la república. En Medellín, Fico Gutiérrez, el candidato mejor posicionado, no podría estar más distante de la línea política del presidente. En Cali, ni Alejandro Eder, ni el “Chontico” pertenecen a la cuerda ideológica de Gustavo Petro. Como tampoco Alex Char en Barranquilla; ni los dos que van adelante en Cartagena. Tampoco lo son los candidatos que puntean en Bucaramanga y Cúcuta.

Por su parte, los candidatos más opcionados a las gobernaciones de Antioquia, Cundinamarca, el Valle y Atlántico pertenecen a fuerzas lejanas del Pacto Histórico, el bloque partidista que detenta el gobierno.

Con estos resultados previsibles y bien contrastados, podría decirse que los votos sufragados por Petro en 2022, los largos 11 millones ganadores, no se verán reflejados en los sufragios dispersos, minoritarios y más o menos perdedores de los candidatos del presidente que aspiran a alcaldías y gobernaciones; por cierto, carentes de un perfil alto y de un arrastre considerable. Es un insuceso que deja de ser extraño en las nuevas cartografías electorales, en esas que se superponen unas a las otras de manera dispar, en la multiplicidad de opciones, de intereses y de caudillos.

Hay un descoyuntamiento entre las lógicas que toman curso en los distintos niveles de la geografía electoral; el nacional, el regional y el municipal.

Cartografías electorales

El momento histórico que comienza a definir la autonomía de cada lógica, esa dinámica distinta en cada uno de esos planos, es el de la crisis de los partidos tradicionales, la legitimación del multipartidismo y la consagración de la elección popular de alcaldes; esto es, la coincidencia de estos factores durante la década de los 80 y el comienzo de los 90, con la Constitución del 91.

Sucedió por entonces que la elección de alcaldes (1988) y la de gobernadores (1991); es decir, la democracia local fue una transformación institucional que se puso en práctica, al mismo tiempo que se fraccionaba el sistema partidista, lo que no ha hecho más que crecer, hasta el punto de que hoy hacen presencia más de 35 partidos en la competencia política, a lo que se ha agregado las listas preferentes.

Al funcionar cada una con su fuerza, la dinámica de las elecciones nacionales y las de la democracia local, resultó inevitable el hecho de que se debilitara el hilo interno y la disciplina que une internamente a los partidos. Los cuales, siendo del orden nacional, normalmente reproducen su implantación en todos los territorios y su identidad en las diferentes listas y candidaturas: como sucede por ejemplo en los Estados Unidos con el partido Republicano y el Demócrata en todos los estados de la unión.

Por tales razones, la participación del enjambre de partidos, a nivel regional y municipal, traza su propia huella y diseña su propio perfil en materia de liderazgos, de coaliciones y de “proyectos”, conformados todos ellos y puestos en marcha, en aras del poder, no de ideologías o programas coherentes; y de ninguna manera en conformidad con la dirección nacional de los partidos o con las candidaturas presidenciales: por ejemplo, el Valle puede votar masivamente en favor de Petro y a nivel regional hacer lo propio por Dilian Francisca Toro.

Son lógicas en materias de liderazgos y adhesiones completamente autónomas, las unas de las otras. Igual sucede en Bogotá y Barranquilla, en donde la votación masiva por el presidente no se corresponderá con la votación mayoritaria por los candidatos a la alcaldía, unos candidatos probablemente ganadores que nada tienen que ver con el candidato presidencial triunfante hace apenas 14 meses: no hay una onda única que se prolongue.

Lógicas diferenciadas

Las elecciones locales y regionales, una vez institucionalizadas, introdujeron ciertamente una nueva instancia de participación democrática, pero no un mismo dispositivo electoral, no una misma lógica partidista.

Con el ya mencionado fraccionamiento partidista —casi una atomización— y con el ascenso del voto urbano, aconteció que en las ciudades y regiones se dispararon las coaliciones de los más dispares grupos; y al mismo tiempo, las candidaturas de tipo coyuntural que aspiran a capturar el voto independiente. Han surgido ambos fenómenos con una suerte alterna y desigual: unas veces se imponen las coaliciones de los aparatos electorales y otras veces las campañas real o aparentemente independientes. En el fondo se presenta una competencia más o menos explícita entre las clientelas y el voto de opinión. Lo cual ofrece un mosaico diverso de candidaturas que recogen adhesiones sin necesariamente coincidir con las lealtades partidistas del orden nacional.

¿Y la gobernabilidad central?

El hecho de que el movimiento del presidente de la república no consiga las alcaldías o gobernaciones de mayor peso, representan un revés simbólico por la sensación de derrota que surge de ese hecho negativo, el de no obtener la victoria en esas ciudades, aunque ahora tampoco tiene muchos alcaldes que le copien en esas ciudades y departamentos.

Será tal vez un motivo de desaliento psicológico, pero no obligatoriamente una barrera insalvable que lleve a la ingobernabilidad, como sí lo sería una mayoría adversa y beligerante en el congreso.

El presidente sigue teniendo en sus manos el manejo del orden público en todo el territorio y además el control de muchos recursos que fluyen hacia las regiones y alimentan diversos proyectos en las ciudades.

La circunstancia de que fuerzas ajenas al gobierno nacional controlen las regiones y ciudades más influyentes, puede ser más bien un golpe de realidad que obligue a una mayor concertación, esto es, a un ejercicio efectivo de consensos en el orden político.

Ricardo García Duarte  

Foto tomada de: Portafolio

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

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