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Lo del pobre no es robado: Tránsito a la renta ciudadana

17 julio, 2023 By José Darío Castrillón Orozco 3 Comments

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“No des un pez, enseña a pescar”, es una sentencia antigua que se invoca con tono sapiencial cuando un humano ayuda a otro, pese a la inaplicabilidad de la misma. Es la gran coartada de la avaricia, no en vano se ha desarrollado en paralelo otra paremia: ¡Todo lo del pobre es robado!

Los que quieren ver a los pobres convertidos en pescadores son los que consideran que los bancos hay que rescatarlos, con dineros públicos, que es conveniente darles a los terratenientes los millones de Agro Ingreso Seguro, o pagar del erario las estafas de aerolíneas antioqueñas, … esos que consideran estos casos apenas normales, andan escandalizados por el asistencialismo del Tránsito al Ingreso Ciudadano. Hace años se indignaban por la política de vivienda gratis del gobierno Santos. ¡Otra vez resulta robado lo del pobre!

Claro que todo lo que haga el gobierno del cambio tendrá la oposición automática de los reductos de la extrema derecha, hasta el fallo de la Corte Internacional de La Haya, que niega las pretensiones nicaragüenses de extender su plataforma continental lo reciben apáticos, ellos hubieran preferido perder las islas de San Andrés, Providencia, y Santa Catalina, para echarle la culpa a Petro, que el fallo a favor de Colombia. Por eso su argumentación es baladí, cuando no es abiertamente falsa. Sin embargo, los señalamientos de ejercer un asistencialismo pernicioso, dan lugar a reflexiones para poner las cosas en su lugar.

Puede empezarse por pensar la diferencia entre solidaridad y caridad, donde la caridad se ejerce de superior a inferior, mientras la solidaridad se da entre iguales, según explicaba Eduardo Galeano. ¡La solidaridad resulta inverosímil en la sociedad más desigual del continente! También puede diferenciarse desde la intención con la que cada acto se realiza, que no es enigmático de establecer, así, mientras la caridad busca aliviar la mala conciencia del superior, y justificar la desigualdad, la solidaridad pretende aliviar el dolor humano; la primera pretende mantener la pobreza, la segunda busca aliviarla.

De forma semejante se ha de pensar la relación de asistencia con asistencialismo, desde las intenciones. La asistencia es la ayuda concreta, temporal, y condicionada que se da en situaciones de desventura humana. Se considera en general que es legítima, aunque los que consideran que el pobre es pobre porque quiere, ven los desastres naturales como una forma de selección natural, pues, si alguien es pobre por gusto se merece que el río se le lleve la casa, que las montañas se le vengan encima, el terremoto, el huracán… la asistencia sobra en esos casos, para quienes consideran la pobreza como lastre de una sociedad, y no su efecto.

Por fuera del pensamiento fascista se reconoce justicia en la asistencia a los seres humanos en desgracia, incluso para los animales, con los tres condicionantes mencionados. Mientras, que el asistencialismo se piensa como un culto a la irresponsabilidad, y es despectivo. Un problema adicional surge porque se acusa de asistencialismo a la asistencia que hace el contrario político, es necesario sopesar cuando es asistencia y cuando asistencialismo. Desde la intencionalidad del acto el asistencialismo puede considerarse como aquel que pretende mantener el estado de cosas que genera infortunio, mientras que la asistencia más que aliviar un mal presente, busca solucionar definitivamente las causas del sufrimiento. Atendiendo este criterio, del fin último de la acción, se puede considerar el tránsito a la renta ciudadana como un acto de justicia.

La renta ciudadana es un mandato constitucional, artículo 53 de la Constitución de 1991, es una finalidad del Estado colombiano, en procura de condiciones de dignidad para los colombianos. Hay un planteamiento de fondo: el ejercicio de la ciudadanía requiere de condiciones de dignidad del asociado para poder ejercerla. El programa del Gobierno del Cambio titula como tránsito, paso, la política de otorgar una ayuda monetaria, que el Pacto Histórico quiso fuera más, pero la realidad manda, para que la vida de las familias más desfavorecidas se torne menos adversa, para que puedan ejercer una ciudadanía plena.

No es que un apoyo de 500.000 pesos saque a alguien de la pobreza, pero sumado a la educación gratuita de los hijos, sumado a la garantía de un acceso a servicios públicos, a la salud, a la cultura, al empleo digno, a la reforma agraria, al crédito favorable, a un ambiente saludable, sostenidos durante el tiempo suficiente, más allá del corto plazo, sí pueden liberar a millones de compatriotas de la cárcel de la pobreza. En otro artículo se desarrollaba el análisis de un organismo internacional, cuyos estudios medían que una familia colombiana requería entre diez y veinte generaciones, de veinte años cada una, para salir de la pobreza, que en Colombia es una cadena perpetua. Enhorabuena un gobierno emprende esta misión liberadora.

Quienes hacen negocio con los males ajenos no consideran legítimo que se supere la pobreza. Entonces, que se considere que el gobierno Petro con el programa Tránsito a la renta ciudadana está atendiendo una catástrofe, no natural sino antrópica, causada por las políticas neoliberales que de medio siglo atrás desindustrializaron el país, despojaron de seguridad a las masas trabajadoras, despojaron al Estado de mecanismos para la equidad social, y convirtieron los derechos en mercancías (hay derecho a la educación para quien tenga con qué pagarla, igual la salud, el agua, hasta la seguridad).

No sólo eso, la implantación del modelo se afianzó en el paramilitarismo, financiado por los carteles del narcotráfico, con el efecto de un millón de muertos, 120.000 desaparecidos, y más de seis millones de desplazados a los que cualquier canalla dirá que no hay que darle un pez, sino volverlos pescadores después de que les quitaron las tierras, y los expulsaron lejos de sus ríos.

O la situación de los miles y miles de trabajadores a los que despojaron del derecho a la jubilación, los dejaron en la miseria al final de su vida productiva, y resultan los despojadores muy caritativos porque a algunos les dieron un auxilio de 70.000 pesos. ¡Miserables!

El neoliberalismo ha sido la peor catástrofe que ha vivido Colombia y Nuestra América por el empobrecimiento masivo, y el envilecimiento de la ciudadanía. Los responsables deberían reparar con sus bienes e ir a la cárcel, pero no hay cama para tanta gente. Deberían presentarse a algún tribunal transicional, o abandonar la engañifa de que hay que enseñar a pescar, cuando han acaparado los anzuelos, encarecido las cañas de pescar, privatizado los ríos, y envenenado los peces. Al menos deberían respetar el tránsito que se inicia a una ciudadanía digna, que robado es lo de ellos, no lo del pobre.

José Darío Castrillón Orozco

Foto tomada de: Unicelulares.org

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

Comments

  1. Darío Muñetón says

    20 julio, 2023 at 9:39 pm

    Ya mostró Amlo cómo Fox pide para él pension y manda a trabajar a los mexicanos sin jubilación.

    Responder
  2. Héctor Hernán López López says

    20 julio, 2023 at 10:03 pm

    Gracias, por escribir y colocar a modo de denuncia el latrocinio de los poderosos que roban a manos llenas y luego dicen dar ayuda con $80.000 pesos cada dos meses a muchos de nuestros ancianos. o con entrega de devolución del IVA, que hacia Duque con bombos y platillos, que equivalen a mil miserables pesos diarios,

    Héctor López

    Responder
  3. Wilson Montoya says

    25 julio, 2023 at 7:39 am

    No es la “caridad” ni el “asistencialismo”, es la justicia, la que al aplicarse, vuelve al individuo sujeto pleno de derechos como un miembro del Estado que es o debe ser, no un ser degradado y al margen del mismo, cuya prueba son aquellos niveles de abyección.

    Responder

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